A nadie le amarga un turrón... ¡O si!
Estaba yo estos días de júbilo, dicha y felicidad pensando en éste, en aquel momento el próximo artículo que quería escribir, intentando encontrar un tema punzante, algo interesante que compartir, una reflexión rompedora, innovadora… Cuando de repente la cruda realidad me lo puso en frente y me dije: “¡Ahí lo tienes! ¡No le des más vueltas!”.
¡Y aquí está! os comparto la reflexión que me sobrevino…
Por qué no sé vosotr@s, pero yo, si lo pienso, mira que he estado bien estos días. Comiendo exquisitos manjares, bebiendo vinos deliciosos, charlando animadamente con familiares, amigos y conocidos que de otra forma no vería… Teniendo tiempo para hacer cosillas, ir a pasear, leer y hacer el perro ¡que no es poco! Y aún así… pareciera que no terminamos de estar bien. He normalizado e incluso banalizado lo único, lo especial. ¿No os pasa?
¡Es la obsesión por el más, el mejor, lo único! O de cómo hemos generalizado lo especial, diferente y lo bueno y lo hemos hecho algo “vulgar”. De cómo nos hemos vuelto especialistas en sacarle punta a la vida, a buscarle vuelta, a quejarnos. Tanto, que nos permitimos el lujo de despreciarlo casi todo. Nos permitimos no valorar, entrar en un eterno bucle y ver siempre lo malo, ya no de lo objetivamente molesto, sino incluso de lo bueno… Nos hemos vuelto críticos empedernidos, especialistas de lo que falta, obsesos del vaso medio vacío. O más de estar por casa, malcriados crónicos de la vida.
Antes y durante éstos días de fiesta he escuchado cientos de veces: “Que rollo tener que pensar en los regalos”, “Estoy hart@ de tanto comer”, “Que pesado tener que volver a aguantar a la plasta de mi tía!”. Un sinfín de comentarios parecidos, dónde criticamos, y tal vez con razón, hasta el más mínimo detalle, todo lo que podría ser mejor, lo que nos falta para que sea perfecto, aquella puntilla que no nos deja ser plenamente felices.
Si al soso de mi amigo, van sus padres y le regalan un “Eau de Sobac”, yo que molo mucho más, también la quiero ¡porqué la merezco! A quién le importa la mierdecilla de colonia que mi abuela me regaló, si es de súper!
O ¡No te lo pierdas: va mi tía y el día de Navidad hace gambas! ¡Como si no supiera que ayer por la noche comimos pescado para cenar! ¡Pero como va a su bola y no se preocupa de los demás… egoísta! Con lo que me apetecía a mí un zumo détox, que todo el mundo sabe que esto de comer como cerd@s es fatal para el cuerpo.
Y por si fuera poco, todo esto con los niet@s, sobrin@s e hij@s de allegados correteando por ahí, sin parar, chillando como loc@s, corriendo, jugaandooo!! Pero ¿nadie les enseña a comportarse, a estar calladitos y sentados? ¡Tanta ilusión y tanta tontería por cuatro regalos!
(Eso los que lo disfrutan, ya que existe la variante junior de éste comportamiento y si queréis, ya de bien pequeños podemos iniciarles en el arte de la insatisfacción permanente permitiéndoles que hagan un buen numero porqué no les ha pasado la WII los reyes!)
Yo, que tengo un punto perfeccionista, abogo siempre por hacer las cosas BIEN. Y para tod@s aquell@s que tengan ese espíritu del Grinch incorporado, les propongo lo siguiente:
– El año que viene, apaga el teléfono. Quédate sol@ en casa, no salgas, no te reúnas, no te juntes con l@s tuy@s… Búscate una buena excusa, di que estás enferm@, que necesitas descansar, lo que sea… Pero para que vas a aguantar todas esas historias familiares, hacer el papelón, forzar una conversación superficial y absurda… Ya lo dicen: “Más vale sólo, que mal acompañado”.
– No compres ni regales nada. ¿Gastar dinero, con lo que cuesta ahorrarlo y las necesidades que pasamos? ¡Quita, quita! ¿Para que malgastarlo en una chorrada para tu primo o sobrino? Seguro que tienen mil juguetes a los que no hace ni caso. Y tampoco te vas a calentar la cabeza en regalar algo diferente, creativo y especial… Con el trabajo que tienes, como para perder el tiempo en chorradas de niñ@s…
– Sobre todo, tampoco aceptes que te regalen. Si al final seguro que no es de tu talla, que no es exactamente el modelo que querías y te diría más… ¿No crees que lo hacen a propósito? Si realmente les importaras se gastarían la pasta en lo que saben que te hace ilusión… Pero para “Pongos”, demostración del consumismo vacío más feroz, mejor estar al margen de tan materialista insensatez y no entrar al trapo.
– Y por favor, ahórrate el trago de salir en fin de año o noche vieja. ¿Para qué? Si al final es una noche como todas las demás ¡pero todo más caro! ¿Para qué vas a hacer una cena especial, currarte la decoración, participar de la pantomima? Déjate, déjate,… Unas pizzas con una peli, y tan tranquil@. Ni uvas, ni leches y a dormir antes de las 12.00 que no vas a ser tú parte del rebaño cutre de falsos infelices aparentando lo que no es…
Mucho mejor ser auténtico y alternativo que pasar por el aro y caer en falsedades. Que miedo reconocer que estos días no son la leche y que como cualquier familia hay historias, pero que al menos, no estás solo. Imagínate que te volvieras un pastelón y te hiciera débil o vulnerable…
¿Para que agradecerle a tu padre si no acertó con la camisa? No es FIT como a ti te gusta. Y aunque el hombre se lo curró, decir gracias, devolverle el gesto y darle un buen achuchón es de sensiblones, y en casa, ¡lágrimas, las justas!
¿Para que tener paciencia con la abuela? Empieza a repetir las historias más que un disco rayado y yo ya no tengo tiempo para rollos. Además, el Watts App no me para y ¡me mandan unos vídeos buenísimos! Que tal vez no le quede mucho más tempo para contarlas, no es mi problema.
Que si señor@s, que el turrón engorda, que no es lo más sano del mundo y que encima, el de casa es de mercadillo. Pero mira, yo intento recordar que me enseñaron que a nadie le amarga un dulce…. Aunque hay quien cree que sí.
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